La operación fue muy bien, gracias a Dios, pero ya desde el principio empezamos a tener problemas con el yeso....
El traumatólogo nos había avisado de que después de la operación nuestra bebé tendría que llevar una escayola desde la cintura hasta los pies pero creo que hasta que no la vimos con él no nos dimos cuenta de lo complicada que iba a ser nuestra vida a partir de entonces.
Cualquier cosa que hasta ese momento nos había parecido sencilla se convirtió en una obra de ingeniería.
Para cambiarle el pañal necesitabamos entre 2-3 pañales, uno para intentar abarcar el hueco de la escayola, otro para rellenar el resto del espacio en un intento de evitar que se mojara o que se pringara de caca (cosa prácticamente imposible), salvaslips en el contorno del yeso para que no le raspara el culito ya que con cada cambio perdíamos parte del algodón protector del interior y un pañal dos tallas más grandes para poner por encima y sujetar todo en su sitio.
Las comidas eran otra odisea, como creímos que en la trona no cabía bien la empezamos a sentar en un puff que teníamos pero tener que estar recolocandola cada pocos minutos y que agacharnos a su nivel nos destrozaba la espalda, especialmente los primeros días tras la intervención cuando no tenia ganas de comer probablemente porque estaba incómoda al no poder moverse. Finalmente encontramos una forma de volver a sentarla en la trona y, aunque una pequeña victoria, mi espalda y la de mi chico lo agradecieron enormemente.
El baño dejó, por desgracia de ser tal y pasó a convertirse en un cruce entre spa para jubilados (teníamos que envolverla en una toalla de cintura para abajo para proteger la escayola) y un lavado de pelo de peluquería, pero ella es tan "perfecta" que aun así lo disfrutaba... la mayoría de los días.
La silla del coche fue otra historia. La solución del médico, propia de alguien muy experto en sus cosas pero que obviamente no se ha tenido que enfrentar a los desafíos del yeso una vez fuera del hospital, fue que llevásemos a la niña en brazos uno de nosotros mientras el otro conducía. Según él la policía sería comprensiva y no nos multaría si nos pararan. Los que no creo que fueran tan comprensivos eran los causantes de un posible accidente o las consecuencias que ir así sentados podría acarrearnos. Menos mal que, nuevamente gracias a la asociación inglesa STEPS averigüe que la marca Dorel tenia una silla especial para displasia de cadera que alquilaban para estos casos. Me puse en contacto con ellos pero obviamente no dejaban que la silla saliese de Reino Unido, así que decidí intentarlo con la sucursal que la empresa tenia en España y fíjate tu por donde que hubo suerte. Alquilaban la silla y me la enviaron a casa así que ahora mi princesita viaja segura y "a sus anchas" (nunca mejor dicho).
Tres semanas después de la operación y, aunque se me subió el corazón a la boca cuando el médico nos dijo que quería una segunda radiografia para confirmar que la cadera estaba en su sitio, respiré mas tranquila cuando nos aseguró que todo iba estupendamente.
El tiempo vuela y ya ha pasado mas de un mes, el olor de la escayola puede demostrarlo pese a nuestros mejores esfuerzos. Lo siguiente es la operación de la otra cadera y mas yeso, mucho tiempo de escayolas... os seguiré contando pronto como nos va a mi, mi chico y nuestra bebé "perfecta".
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