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El reflujo, también conocido como bocanadas de leche, afecta a los bebés, principalmente después de las tomas, ya sean de leche materna o de biberón.
La regurgitación se diferencia del vómito porque en éste el alimento sale por la boca con fuerza, de manera violenta y espasmódica, y es más abundante. De hecho, las regurgitaciones suelen ser tan escasas que no impiden que el niño siga cogiendo peso.
El esófago es un canal muscular, que conduce los alimentos de la boca al estómago. En la parte inferior de ese músculo, está el esfínter que funciona como una válvula que se abre para que el alimento pase al estómago, y se cierra para evitar que el alimento vuelva o ascienda hacia arriba. Pero cuando este esfínter que separa el esófago del estómago no funciona bien, debido a su inmadurez o a su debilidad, como en el caso de los bebés, el alimento acaba por volver al esófago y de ahí a la boca, provocando acidez y vómitos. Eso es lo que ocurre cuando el bebé sufre de reflujo, un trastorno digestivo muy común en los bebés (propio de los seis primeros meses de vida).
Esto es totalmente normal... salvo que la cantidad sea excesiva (más que una cucharada), el bebé esté molesto, esté afectando su respiración o realmente se trate de un vómito tipo proyectil. En ese caso, puede tratarse de reflujo gastroesofágico, un mal que afecta hasta a un 40% de los bebés.
El reflujo gastroesofágico ocurre cuando los ácidos del estómago suben hacia el esófago y causan dolor al bebé. Todos/as los/as bebés recién nacidos/as tienen un poco de reflujo pero hay algunos en que los síntomas son más severos. Los/as bebés con reflujo gastroesofágico pueden estar quisquillosos y llorar de tal manera que parecen tener cólicos. Muchos de los/as bebés que en generaciones anteriores se tildaban de que tenían cólicos en realidad lo que tenían era reflujo. Muchas veces están inconsolables durante estos episodios y causa mucha frustración en los padres el no poder consolarlo/a. No es hasta años recientes que los médicos han comenzado a apreciar este problema como fuente de angustia en el/la bebé.
Las consecuencias más comunes del reflujo gastroesofágico en los bebés son la esofagitis (el esófago se irrita fácilmente si entra en contacto con los jugos gástricos) y las complicaciones respiratorias (con violentas crisis de tos en el niño). La consecuencia es que el esófago se inflama y produce en el niño una sensación de ardor muy molesta. Por este motivo, el pequeño llora con frecuencia. En los casos más graves, la inflamación profundiza en la pared del esófago y, cuando se cura, su cicatriz puede provocar un estrechamiento de dicho órgano.
Si el bebé no está subiendo de peso adecuadamente, se enferma frecuentemente de las vías respiratorias, siente mucha irritabilidad, no quiere tomar leche y su tez toma una tonalidad morada, puede ser motivo de preocupación, en esos casos sí puede estar indicando la presencia de una enfermedad grave. En este caso es preciso acudir al pediatra y nunca, bajo ninguna circunstancia, recurrir a suministrar medicamentos sin prescripción médica.
Entre la sexta semana y los tres meses de edad, los bebés vomitan más frecuentemente, aquí se debe poner especial atención porque el niño corre el riesgo de deshidratarse y puede llegar a producirse la llamada hipertrofia del píloro, que sucede porque crece la salida del estómago y se obstruye la salida del píloro y puede ser tan grave como para necesitar de una intervención quirúrgica.
Inhalar o exhalar con fuerza puede también producir cambios de presión que fomentan el reflujo. Este tipo de respiración se puede observar en casos de fibrosis cística, infecciones respiratorias, hipo y traqueo malacia (una anormalidad de la traquea que provoca que sea inestable y propensa al colapso). También es un síntoma de displasia bronco pulmonar, la cual es una enfermedad pulmonar crónica que puede desarrollarse en bebés que han sido colocados en ventiladores.
Los tubos naso gástricos que se utilizan frecuentemente para alimentar a bebés muy prematuros o enfermos, pueden provocar la disminución de la presión del esfinter y actuar como un camino para el reflujo. De hecho, los bebés prematuros generalmente tienen un mayor riesgo de sufrir reflujo, lo mismo que los bebés a los cuales se les alimenta con fórmula en lugar de leche humana. Se cree también que las alergias a los alimentos juegan un papel importante en algunos casos de reflujo. En el caso de los bebés con hernias hiatales, la totalidad del esfinter y una porción del estómago sobresalen hacia arriba, a través del diafragma y hacia la cavidad del pecho, predisponiéndoles al reflujo.
SÍNTOMAS
Los síntomas del reflujo varían desde vomitar, hasta dificultad para respirar. Un cuestionario que se desarrolló para ayudar a los médicos a diagnosticar esta enfermedad (Orenstein et al 1996) reveló que los siguientes comportamientos son un importante indicativo de reflujo:
- escupir leche más de tres veces al día,
- dolor tipo cólico que comienza poco tiempo después de tomar el pecho,
- despertarse de noche con llanto que se alivia mamando (nuestras abuelas usaban el término “tiene canina” para describir estos/as bebés),
- vomitar durante, o poco después de, las alimentaciones (aunque no todos/as los/as bebés con reflujo gastroesofágico vomitan y no todos/as los/as bebés que vomitan mucho tienen reflujo),
- infecciones respiratorias frecuentes.
- escupir más de una cucharada,
- dolor asociado con el vómito,
- llanto después de tomar los alimentos,
- llanto durante más de tres horas al día,
- arqueo de la espalda y apnea (suspensión temporal de la respiración),
- cianosis (una decoloración azul-grisáceo de la piel causada por falta de oxígeno).
Tu hijo puede rehusar comer ya que aprende a asociar la alimentación con dolor o al contrario, querer comer constantemente porque se siente aliviado mientras succiona (lo que es especialmente cierto en niños que son amamantados). La dolorosa sensación de ardor estomacal que los adultos conocen como acidez estomacal o pirosis, provoca que los bebés estén inquietos y lloren durante la hora posterior a su toma. Esto también puede ocasionar que despierten frecuentemente durante la noche. Cuando el contenido del estómago irrita la traquea o se aspira (inhala) hacia el interior de los pulmones, entonces se puede presentar ahogamiento, apnea, cianosis o neumonía. Un bebé que simplemente escupe frecuentemente pero está contento y gana peso, no tiene mayor problema que el lavado frecuente de su ropa. Un bebé que sufre dolor y no gana peso, o que no respira adecuadamente y muestra señales de estar enfermo, debe diagnosticarse y tratarse adecuadamente.
ESTOS NIÑOS SON MÁS PROPENSOS AL REFLUJO
Los que tienen antecedentes familiares de reflujo y/o de hernia de hiato.
Los prematuros y los que han nacido con un peso inferior a la media.
Los propensos a acumular gases.
Los niños, más que las niñas.
Los bebés de temperamento nervioso.
DIAGNOSTICO
Aunque existen algunas pruebas específicas para el reflujo, incluyendo pruebas de deglución, sondeo del pH y endoscopias (la inspección visual del esófago por medio del uso de un instrumento óptico introducido dentro de un tubo), son pruebas invasivas y estresantes para el bebé y generalmente los resultados no son concluyentes. Por lo tanto, muchos diagnósticos se basan en la observación de los síntomas. Los médicos necesitan también descartar enfermedades tales como estenosis pilórica y disfunciones metabólicas que también pueden provocar vómito y retraso en el crecimiento.
TRATAMIENTO
El manejo adecuado de la lactancia en estas situaciones con frecuencia puede ayudar a la disminución de los síntomas al reducirse el suministro de leche de la madre para igualarse a las necesidades del bebé
La lactancia en sí es un tratamiento para el reflujo. Los doctores a menudo recomiendan tomas breves y frecuentes para promover la motilidad y vaciado gástrico.
Se recomienda que el bebé se sostenga en un ángulo de 45 a 60 grados mientras amamanta y que las tomas horizontales se eviten por completo. Entre tomas, el bebé puede sostenerse en posición vertical mediante el uso de cargadores, porta bebés suaves o porta bebés rígidos. Sin embargo, no se debe permitir que el bebé cuelgue fláccidamente, por lo cual se requiere de mucho cuidado y quizá del uso de sostenedores para mantenerle en la posición adecuada. También puede funcionar bien el descansar en ángulo sobre el pecho de alguien.
Succionar un seno "vacío" o un chupete ayuda al generar saliva (la cual neutraliza el ácido) y promueve la peristálisis (el movimiento involuntario similar al movimiento del oleaje en el tracto gastrointestinal el cual mueve los alimentos hacia delante) lo cual ayuda a que el estómago se vacíe con mayor rapidez. La leche artificial permanece en el estómago durante más tiempo y puede contribuir al reflujo (Heacock 1992). Ya que varios estudios muestran una fuerte conexión entre el reflujo y la alergia a la leche de vaca (Iacono et al 1996), el manejo de la dieta puede resultar ser muy efectiva contra esta enfermedad. Otros ofensores comunes son la soya, el huevo y el trigo. La eliminación durante dos semanas de todos los productos lácteos en la dieta de la madre produce frecuentemente una mejora notable en el bebé que sufre de alergia a la leche de vaca. También el consumo excesivo de cafeína por parte de la madre (la cual relaja el LES) puede provocar problemas para algunos bebés, lo mismo es cierto en cuanto a la exposición al humo de cigarrillos (Alaswad et al 1996).
Se pueden utilizar ciertos medicamentos en conjunto con otros tratamientos. Éstos incluyen medicamentos que actúan en contra de los ácidos estomacales, disminuyen la producción de ácidos, promotores de la motilidad gástrica (el movimiento de los alimentos del estómago hacia los intestinos) o el incremento del tono del esfinter.
Muchos médicos recomiendan el uso de tomas más espesas. Sin embargo, estas tomas no siempre ayudan (Bailey et al 1987), pueden interferir con la lactancia y aumentar el riesgo de alergias a ciertos alimentos. Algunos estudios han demostrado que las tomas más espesas pueden tener un efecto adverso en el crecimiento de algunos bebés, aumentando el riesgo de problemas respiratorios (Orenstein et al 1992). Debido a que las tomas más espesas permanecen más tiempo en el estómago, pueden de hecho provocar más reflujo. Por esta razón, las madres deben considerar sus opciones cuidadosamente antes de decidirse a utilizar tomas más espesas. Si una madre quiere probarlo, puede utilizar su leche extraída y espesarla con cereal y ofrecerla al bebé por medio de una cuchara antes de su toma normal en el seno.
Muy pocas veces se opta por la cirugía del esfinter, la cual es sólo para los casos más extremos que no responden a los demás tratamientos.
Los estudios demuestran que los bebés alimentados con leche artificial exhiben con mayor frecuencia síntomas de reflujo en comparación a los bebés amamantados (Como la leche materna se digiere más rápidamente tiene menos oportunidad de regurgitarse). El destetar al bebé no debe considerarse como una buena solución al problema del reflujo. Los bebés que están retrasados en su crecimiento deben evaluarse en búsqueda de enfermedades subyacentes. En muchos casos el reflujo puede controlarse a través de un buen manejo de la lactancia, posicionamiento, la dieta de la madre y educación. Cuando estos pasos no ayudan en la solución del problema, quizá se necesiten llevar a cabo más pruebas y buscar otras opciones de tratamientos.
El pediatra también puede optar por administrar antiácidos durante algunos días a los niños que sufren una fuerte esofagitis.
REMEDIOS PARA ALIVIAR AL BEBÉ
- Registrar la ingesta de leche. La sobre alimentación es causa de reflujo.
- Revisar cómo se alimenta al bebé. Hay que colocar al bebé con la cabeza más arriba que el resto de su cuerpo y evitar que trague mucho aire.
- Fomentar la posición recta después de las comidas. Se sugiere la posición con cabeza elevada más de 30 grados (semisentado).
- Alimentar al bebé con menos leche en cada toma pero de manera más seguida.
- Darle las tomas con tranquilidad y despacito, dejándole eructar y descansar tantas veces como necesite. Si llora, hay que esperar a que se calme antes de seguir alimentándole.
- También conviene elevar la cabecera de la cuna, ya sea con la ayuda de cojines especiales o bloques de madera.
- Dejar el pañal del bebé un poco flojo, para que no le provoque presión sobre el estómago.
- En ocasiones se recomienda que el bebé use el chupete entre las comidas, para aliviarle la acidez.
- Si no está tomando el pecho, sustituir su leche de fórmula por otra antirreflujo (son las leches “AR”).
Estos remedios para el reflujo suelen ser muy eficaces y reducen la frecuencia de las regurgitaciones. Siguiendo estas pautas el pequeño tiene que mejorar en cuestión de un par de días. Si no es así, hay que consultar al pediatra.